sábado, 13 de marzo de 2004

Posiciones sobre la deuda: Inconsistencia a derecha e izquierda

Posiciones sobre la deuda: Inconsistencia a derecha e izquierda

Empecemos por las inconsistencias a derecha.

Adam Lerrick es un caso interesante. Mientras Argentina se debatía tratando de evitar la devaluación, la cesación de pagos y la restructuración de los depósitos, él pedía junto a Alan Metzler (este último brillante economista monetarista), ¡default ya! Incluso me acuerdo de algún amigo progresista comentándome entusiasta: "si hasta la derecha pide el default..."

En un testimonio brindado al "Subcommittee on International Trade and Finance of the Committee on Banking, Housing and Urban Affairs of the United States Senate" el día 10 de marzo, Lerrick se pregunta como la Argentina, "a developing nation of 38 million people, insignificant in the world economy and largely dependent on agricultural exports, was able to borrow an extraordinary $100 billion in the capital markets".

Luego agrega que Argentina "became the largest debtor in the emerging world with 25% of the global total. The most sophisticated global hedge funds and professional portfolio managers along with the most naóve Japanese farmers and Italian pensioners readily purchased these promises to pay without any regard to the debtorós capacity to pay."

El culpable de esta situación, segón Larrick, son "the bailout policies of the Clinton Administration in the 1990’s that had socialized the risks and privatized the returns from emerging market lending."

Sigue Lerrick recordando al subcomité de senadores que "twice in the past two years, Argentina has successfully played the default card" con el FMI y el Banco Mundial.

Pasa luego a explicar el problema de como cobrarle a la Argentina:

"Lending to governments is a tricky business. We no longer live in an era where the governments of private sector lenders send the navy to collect on their bad loans. There is no collateral; no security; no ability to enforce the contract; and no ability to seize assets. The only rational reason to pay is that there is more to gain from paying than from not paying."

Acotación: ¿Será cierto que ya no se manda a la marina para cobrar los malos próstamos? Si tenés petróleo no estoy tan seguro…

Inmediatamente Lerrick señala el pecado argentino: "Argentina has made a preemptive decision. Payments to the country’s lenders are now deemed discretionary expenditure, not fixed obligations. Government-sponsored posters of ragged children crystallize a new concept: the “social debt” to provide a better quality of life for citizens takes priority over the financial debt to the nation’s creditors."

Y el problema es que "the emerging world is watching" y entonces:

"If Argentina even comes close to imposing the 90% debt reduction it currently is demanding (a level of relief that has not been obtained by even the poorest African nations), how can Latin American leaders or any developing country politician justify to their electorates stringent fiscal efforts to honor obligations to foreign lendersó Why not schools and hospitals instead of repaying rich foreignersó The resulting defaults will cascade through the international capital markets."

Finalmente Lerrick concluye:

"The Argentine crisis is the creature of a misguided international financial policy. When the expectation of bailouts no longer intervenes, market forces will limit the debt a government can accumulate and the IMF will no longer be at the mercy of its large borrowers."

Ahora veamos algunas inconsistencias. Primero, si el padre de la criatura (el bebé de Rosemary sin duda) es la arquitectura financiera internacional (los salvatajes de Clinton) como dice Lerrick entonces ¿por qué Argentina debería pagar por eso? Lerrick es entonces un mal economista (pero excelente para el lobby): Argentina y los mercados sólo respondieron al esquema de incentivos que dominaba el mundo.

Segundo, si Lerrick se sorprende por el hecho de que Argentina, una insignificante nación en desarrollo llegó a deber 100,000 millones de dólares, es porque hay una inconsistencia entre la deuda y la capacidad de pago. Sino, no se entiende la razón de su sorpresa. Pero entonces esto debería ser tenido en cuenta y Argentina sólo honrar sus deuda en función de sus habilidades "insignificantes".

Pasemos a la izquierda, que también nos regala sus inconsistencias.

Escuchaba el otro día a Claudio Lozano criticar la decisión de Kirchner de pagar al FMI 3,100 millones de dólares aun luego de haber negociado con éxito en función del interés argentino. Las objeciones de Lozano fueron dos y vale la pena revisarlas.

Primero, criticó la política del gobierno argentino de mantener el status de acreedor privilegiado del FMI y los otros organismos multilaterales de crédito. Como olvidando que los mayores accionistas del Fondo son los paóses del G7, Lozano propuso aplicar una quita tambión a la deuda multilateral. Rápidamente (Lozano no es tonto) propuso que "acordáramos con los bonistas" con los que tenemos un interés común: si le pagamos menos al FMI podemos pagarles más a ellos.

Segundo, Lozano fue más lejos y propuso tambión que acordáramos con los bonistas que ellos presionarían a sus gobiernos para que estos brindaran información sobre las cuentas de argentinos en el exterior y entonces, luego de una profunda reforma impositiva, pagaríamos la deuda sin costo social.

Pasemos a las inconsistencias. La idea de que hacer una quita al FMI puede arreglarse simplemente por la presión de los bonistas a sus gobiernos no resiste el menor análisis. Sin embargo, supongamos que sea posible y que le hacemos una quita del 75% al FMI y a los otros multilaterales. Nos ahorraríamos 26,250 millones de dólares extendidos en el tiempo (su valor presente es mucho más bajo). De paso, también nos ahorraríamos el tener que hablar por teléfono con la Krueger (y, quien sabe, eso vale mucho). ¿Acaso Lozano propone que utilicemos ese “ahorro” para pagar a los bonistas? Porque entonces nada ganaría la Argentina y sólo estaría redistribuyendo plata entre acreedores.

Sigamos. La idea de que la presión de los bonistas puede hacer que los gobiernos de los países desarrollados levanten el secreto bancario y luego cobrar impuestos sobre esas tenencias es ridícula y utópica. Empecemos. Lo más probable es que el dinero negro argentino estó en paraísos fiscales no en la banca on-shore de los países desarrollados. Sobre esos paraísos fiscales, los gobiernos de los países desarrollados no tienen jurisdicción. Me imagino la respuesta de Lozano a esta objeción: ¿acaso los EE.UU. no pueden obligar a los bancos radicados en las Islas Caimán a dar la información? Que puedo decir. El mundo simplemente no funciona así.

Pero sigamos la idea de Lozano. Aceptemos que efectivamente los bonistas pueden presionar a sus gobiernos para levantar el secreto bancario en terceros países (o principados) poniendo de cabeza todo el sistema financiero internacional. Imaginemos que los argentinos tienen off-shore, en negro, unos 100.000 millones de dólares (si Lozano supiera como originalmente se estimó esa cifra tal vez no la repetiría pero a esta altura son estadísticas oficiales). ¿Quó hacemos? ¿Le aplicamos un impuesto extraordinario del 3% todos los años?

Tal vez Alan Blinder tenía razón cuando postuló su ley de Murphy de la polótica económica: a los economistas se los escucha más en aquellas cuestiones de las que menos saben, y se los escucha menos en aquellas cuestiones de las que más saben. En mi caso prefiero los oidos sordos.